“Kayrós significó para mí, aprender a vivir, 18 años después de estar limpio, y haber pasado por este mágico lugar, mantengo en mis manos todo lo que descubrí de mí y de la vida que tengo por delante”.
“Kayrós fue un despertar, un renacer. Llegué perdido en un ensueño macabro y autodestructivo, sin espíritu, y me recibieron con amor, comprensión y apoyo, aprendí sobre la familia.
Aprendí herramientas para ser un mejor ser humano y vivir en libertad responsablemente, sin esconderme en sustancias ni caretas, me devolví a lo esencial para aprender a ser y agradecer la simpleza y belleza de la vida tal cual es.
Es un hogar que enseña amor y a dirigirlo, hacia mí, hacia los otros, hacia el mundo”.